Hace muchos años, mi madre me contó una historia que más
parece una fantasía.
Esa historia comienza así:
En la esquina de mi calle hay una tienda de telas, que está
cerrada desde hace tiempo.
Un día , un grupo de niños, entraron en la tienda y encontraron
una balanza de plata, escondida tras un mostrador.
La balanza tenía un gran adorno en el centro, que era algo
misterioso.
Pronto descubrieron que no era una balanza normal.
No pesaba manzanas, tomates, carne o pescado. Lo realmente
asombroso era que podía pesar las buenas o malas obras que las
personas hacían.
Los niños se dieron cuenta de esto, cuando uno de ellos, decidió
tocar el centro de ella. De repente la balanza se iluminó.
El niño se mareó y cayó al suelo.
Uno de los lados de la balanza se inclinó y comenzaron a salir
de él, estrellas, muchas estrellas. Aparecieron ante ellos todas
las buenas obras realizadas por el niño. Había sido bondadoso y
comprensivo con los demás.
Al rato, el niño se levantó y comenzó a recuperarse.
Otro niño, quiso intentarlo también. Puso su mano sobre el
centro de la balanza de nuevo y ésta volvió a iluminarse.
Esta vez, no salieron estrellas, sino espadas. Este niño no había
sido tan generoso como el otro, era un niño egoísta aunque,
como era un niño, todavía podía aprender a compartir.
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