En un hermoso castillo muy cerca de la costa mediterránea vivía
un árabe ilustre, guerrero valeroso y hábil gobernante de
nombre Mohámed Ben Tahir.
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Ben Tahir vivía con sus dos hijas a las que, desde niñas, se
preocupó de cultivar encargando de su educación a uno de los más
sabios de su tiempo, Abu Al Juda. Las exquisitas doncellas
pasaban largas horas en los jardines de palacio contemplando el
majestuoso paisaje, mientras su sabio maestro las iba enseñando
sus vastos conocimientos en ciencias y letras.
Cada mañana, Ben Tahir sonreía contemplando los juegos de sus
hijas en el jardín de palacio, y las veía comportarse con
elegancia, sencillez y decoro. Pero un día, para sorpresa de
todos, las dos hermanas empezaron a pelearse. Sin poder dar crédito
a lo que veían sus ojos, el padre se les acercó a toda prisa y
preguntó al maestro Abu cuál era el motivo de la trifulca
- ¿ Que les ocurre a mis queridas hijas Abu ? pregunto Ben Tahir
al maestro.
-Es por una naranja, Gran Señor-, le contestó.
-¿Por una naranja? preguntó Ben Tahir .
- Así es mi Señor, una naranja que este año sólo nos ofreció
el naranjo del patio y que sus dos hijas, ambas, ansían para sí.
- ¡Dividir inmediatamente la naranja en dos mitades, una para
cada una, parece lo más justo y equilibrado!- continúo el árabe
-¡Hágase como digo!-ordenó.
Y dicho y hecho, el sabio profesor bajo hasta el patio, cortó la
naranja en dos mitades exactamente iguales y entregó cada mitad
a cada contendiente según lo establecido por su Señor.
Cada una se refugió en una esquina del patio, con su media
naranja, tan fatigosamente conseguida. El árabe observando desde
su atalaya quedó satisfecho, el reparto había sido justo,
estable y duradero, ya cada cuál tenía su mitad, y todo volvía
a ser como antes.
Sin embargo el árabe, que tenía el privilegio de observarlo
todo desde fuera, vió como una de las hermanas se comía con
fruición la pulpa de su media naranja y tiraba la piel, mientras
que la otra tiró de inmediato la pulpa y conservó la piel.
Ambas lloraban desconsoladas, no parecían satisfechas con lo
conseguido.
- Decidme Abu, porqué todavía mis hijas permanecen tristes-
preguntó Ben Tahir. -
Veréis, el partir la naranja en dos mitades que de entrada fue
lo más sabio, se revela ahora como decididamente tonto, Gran Señor.
- ¿Me esráis llamando tonto vasallo ?- exclamo Ben Tahir.
-No Señor, sólo digo que se podría haber alcanzado un reparto
más inteligente que consistía en dar toda la piel a quien de
ellas la pretendía sólo para ralladura y así elaborar un
pastel y dar toda la pulpa a la otra quien deseaba comérsela sin
más.
- Pero cómo hubiera podido yo saber esto antes de hacer el reparto,
viejo Abu ?
- Preguntando, gran señor, simplemente preguntando a sus
hijas y conociendolas mejor, en lugar de decidir por ellas.