Había llegado la primavera y el jardín estaba lleno de
flores. Entre ellas revoloteaba una preciosa mariposa de vivos
colores. Presumida, iba de flor en flor para que la vieran los de
más insectos del jardín.
Estaba reposando sobre una flor amarilla cuando vio en el suelo
un caracol. Era de color pardo y caminaba lentamente.
-¿Qué hace un animal tan feo en este jardín? -dijo extrañada
la mariposa.
-Soy un caracol -le respondió con simpatía el animalillo
moviendo las antenas de su cabeza.
-Y ¿cómo es que te paseas entre nosotros, que somos tan
hermosos? -le preguntó la presumida mariposa.
-Yo siempre he estado aquí. Tú eres la que ha llegado ahora
-le contestó el caracol, recordándole su pasado -. No hace
tanto tiempo que eras una oruga de tristes colores como los míos.
Dicen que la mariposa, al oír que los demás insectos del jardín
se reían de ella, se avergonzó muchísimo de ser tan orgullosa.
Pero el caracol la animó en esos momentos, y se hicieron grandes
amigos.
Por orgullo no olvides tu nacimiento y tendrás muchos amigos, más de ciento.